A veces, cuando me preguntan por qué me apasiona tanto la osteopatía visceral, tengo que echar la vista atrás, a dos momentos clave de mi vida: mi niñez y hace unos 20 años. Es curioso cómo las experiencias se van entrelazando a lo largo del tiempo, y cómo algo que parece nuevo en realidad estaba ahí desde siempre, en lo más profundo de nuestra memoria.

Te cuento.

Recuerdo perfectamente la primera vez que vi a mi maestra de osteopatía visceral trabajar en una camilla. Yo ya llevaba tiempo en el mundo del masaje y las terapias, pero esto era diferente. Aquella vez me quedé completamente blanco. No podía creer lo que estaba viendo. De hecho, me impactó tanto que tuve que salir de la escuela a tomar aire. Necesitaba respirar y procesar lo que acababa de presenciar.

El poder de las manos y el recuerdo de mi abuela

Ahí estaba mi maestra, con sus manos perdiéndose en el abdomen del paciente, rodeada de compañeros que la observaban. Y en ese momento, algo en mi interior hizo clic. Recordé algo de mi niñez, algo que no había pensado en años, pero que estaba grabado en mí de una manera profunda.

Lo que mi maestra estaba haciendo, ese trabajo con las manos, me resultaba extrañamente familiar. Demasiado familiar. Y no entendía por qué, hasta que mi memoria me llevó de vuelta a mi abuela.

Mi abuela fue una de esas mujeres que, en los pueblos, la gente acudía para que les tratara de diversas dolencias. Era una mujer sencilla, de esas que no tenía estudios médicos, pero que poseía una sabiduría innata, un conocimiento que había pasado de generación en generación. Y aunque yo era muy joven, recuerdo perfectamente cómo ella ponía las manos sobre el abdomen de las personas, algo muy similar a lo que mi maestra de osteopatía visceral estaba haciendo ese día en clase.

Osteopatía visceral desde la intuición

Mi abuela no sabía lo que era la osteopatía visceral, claro está. Nunca había oído hablar de ello. Pero, de alguna manera, lo hacía a su manera. Trataba a la gente con sus manos, de una forma suave pero firme, y algo movía dentro del cuerpo de las personas. Recuerdo que lo hacía mientras rezaba en voz baja, algo que ni yo ni nadie entendía bien. Era como un susurro que la acompañaba mientras trabajaba.

No sé qué rezaba, ni sé si era parte del tratamiento, pero lo que sí sé es que había algo en lo que hacía que aliviaba a las personas. Al igual que la osteopatía visceral, ella trabajaba con el cuerpo desde dentro, y sin saberlo, lo que hacía mi abuela se parecía mucho a lo que hoy conozco y enseño como osteopatía visceral.

El momento en que todo encajó

Cuando mi abuela falleció, yo tenía 12 años, pero sus manos, su forma de trabajar, quedaron grabadas en mi memoria. Y fue ese día, en la escuela de osteopatía visceral, cuando todo encajó. Comprendí que lo que había visto en mi abuela era una forma ancestral de lo que hoy enseño. Tal vez no tenía el nombre, ni las técnicas estructuradas que hoy utilizamos, pero el principio era el mismo: ayudar al cuerpo a encontrar su equilibrio desde dentro.

Por eso, la osteopatía visceral es la parte de mi trabajo que más vibra conmigo, la que siento más mía. No es solo una técnica, es una conexión con mis raíces, con mi historia familiar, con esa sabiduría antigua que he descubierto que, de alguna manera, siempre estuvo presente en mi vida.

De alumno a maestro: Enseñando osteopatía visceral

Hoy, además de practicar la osteopatía visceral, tengo la suerte de poder enseñarla. Y cada vez que lo hago, siento esa misma emoción que sentí aquel día en clase, la misma que me hizo recordar a mi abuela.

Lo que más me gusta de la osteopatía visceral es que no se trata solo de una técnica más. Es un arte de observación y sensibilidad, una forma de tocar el cuerpo que requiere mucho más que conocimiento anatómico. Requiere sentir, conectar, y entender cómo cada órgano, cada tejido, se comunica con nosotros a través del tacto.

¿Qué es la osteopatía visceral?

Para quienes no lo sepan, la osteopatía visceral se centra en mejorar la movilidad y motilidad de los órganos internos, es decir, su capacidad de moverse libremente dentro de la cavidad abdominal y su movimiento intrínseco. Cuando los órganos no se mueven como deberían, ya sea por tensiones, cicatrices o bloqueos, se generan disfunciones que afectan no solo al órgano en sí, sino también al cuerpo en su conjunto.

El trabajo del osteópata visceral consiste en liberar esas restricciones y devolver a los órganos su movilidad natural, lo que impacta en el bienestar general del paciente. Es un trabajo profundo, que requiere un alto nivel de sensibilidad, pero que produce cambios notables en la salud de las personas.

Formarte en osteopatía visceral

Si todo esto te resuena, si sientes curiosidad por aprender más sobre esta parte de la osteopatía que, para mí, es la más cercana y con la que más conecto, te invito a que te formes conmigo. Enseñar la osteopatía visceral es una de las cosas que más disfruto, y me encantaría compartir contigo lo que he aprendido a lo largo de estos años.

La formación en osteopatía visceral es un viaje fascinante, y te aseguro que una vez que entiendas esta técnica, nunca verás el cuerpo de la misma manera.

Si te interesa aprender conmigo y descubrir el poder de la osteopatía visceral, haz clic aquí y únete a la formación. Estoy seguro de que, como me pasó a mí, te sorprenderá.

Un abrazo,
Pere Mompó