A ver, te lo digo claro: ser masajista cambia la vida. Te conviertes en alguien más interesante, más guapo, y hasta parece que ganas 5 cm de altura. Y si te descuidas, por la calle te van parando para pedirte autógrafos.
Bueno, vale, igual me he venido un poco arriba. Pero lo de que eres más interesante para los demás, te aseguro que es verdad.
Piénsalo. A nadie le interesa mucho el trabajo de un reponedor de supermercado o de un contable (con todo el respeto del mundo a esas profesiones, eh). Pero ser masajista… mola más. Es un trabajo que, admitámoslo, da juego para hablar en cualquier situación. Y no te hablo solo de colegas o conocidos, sino de gente que acabas de conocer en cualquier comida o reunión. Siempre hay alguien que te va a preguntar: «Oye, ¿y eso del masaje cómo funciona?» o «Mira, justo me duele aquí, ¿me podrías ayudar?»
El arte de conseguir clientes sin querer
Ser masajista tiene esa magia: siempre tienes tema de conversación. Y no solo eso, sino que de esa conversación muchas veces salen clientes sin que te des cuenta. Estás en una comida con gente que no conoces de nada y, entre plato y plato, alguien te empieza a hablar de sus dolores. «Me duele aquí», «me molesta allá». Y tú, sin darte cuenta, ya estás dando consejos, recomendaciones, y claro, al final surge la pregunta mágica: «Oye, ¿me podrías hacer un masaje?»
¿Y qué haces? Pues claro, si te gusta lo que haces, te encanta poder ayudar. A veces te lo piden en serio, otras veces en broma, pero ahí estás, convirtiendo una comida informal en una mini consulta improvisada. Y oye, de paso, te ganas algún cliente.
El dilema del café: masajista o contable
Ahora, te voy a contar un pequeño secreto: después de muchos años en esto, he aprendido a medir las situaciones. Hay momentos en los que me encanta hablar de lo que hago y compartir mi experiencia, pero también hay veces en las que, simplemente, quiero tomarme mi café tranquilo sin que me pregunten por contracturas o puntos de dolor.
Por eso, en algunas reuniones, cuando ya veo que la conversación va a tirar por ahí, digo que soy un aburrido contable. Sí, lo digo tal cual, y te aseguro que no falla. De repente, todos pierden el interés y me dejan tomar mi café en paz. Porque, oye, amo mi trabajo, pero también amo disfrutar de un buen café sin que me pidan un masaje entre el postre y el cortado.
¿Cómo convertirse en masajista?
Y aquí es donde viene la gran pregunta: ¿qué tienes que hacer para ser masajista?. A estas alturas, si has llegado hasta aquí, estoy seguro de que ya lo sabes. Ser masajista no es solo dar masajes. Es conocer el cuerpo, entender cómo funciona, y saber cómo ayudar a las personas a sentirse mejor. Es un arte y una ciencia, y como tal, necesita formación.
Yo te diría que ahora es el momento de hacer clic aquí para conocer más sobre el programa NewTemps. Y no te lo digo por decir, de verdad creo que es una oportunidad única. Empiezo la semana que viene, y me quedan unas pocas plazas, así que si te interesa, no te lo pienses mucho.
¿Por qué dejarlo para más tarde?
Y mira, te voy a ser sincero: lo de dejar las cosas para «más tarde» nunca funciona. Ya sabes cómo va esto. Más tarde se convierte en «se me ha pasado» y cuando te das cuenta, ya es tarde de verdad.
Así que si estás pensando en convertirte en masajista o en llevar tu carrera al siguiente nivel, contéstame a este correo y lo hablamos. No lo dejes pasar, porque las oportunidades no esperan.
Haz lo que te haga feliz
Y ya que estamos, un último consejo: ríete, vive, y haz lo que te haga feliz. La vida son cuatro ratos, y si no los disfrutas ahora, ¿cuándo lo vas a hacer? Para mí, ser masajista es algo que me ha dado muchas alegrías, y si estás en esto, sé que para ti también puede serlo.
Un abrazo.
Pere Mompó